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Ídolos

 
Kaca-Kulo

A veces no se puede saber con certeza si la leyenda hace al ídolo o el ídolo a la leyenda. El ídolo africano Kaca-kulo (Botswana) es uno de esos iconos fronterizos. Al parecer tomó forma en 1980 a partir de una historia que fue llevada al cine por Jamie Uys con el título de Los dioses deben estar locos (The Gods Must Be Crazy).

Un bosquimano que vive con su gente en el desierto de Kalahari, lejos de toda civilización, ve caer del cielo una botella vacía de Coca-cola. Para él y los suyos este objeto desconocido es algo de los dioses. Primero todos están interesados y contentos, pero pronto la botella se convierte en objeto de discordia, por lo que el bosquimano decide llevarla al extremo de su mundo conocido, para que no ocasione más disputas.

Dradon´s head

En el sur de la isla de Komodo existió una vieja tradición de hacer muñecos votivos de propiedades milagrosas con cabezas de dragón. Durante muchos años se consideró una leyenda la existencia de estos muñecos hechos de cabeza, no existían dragones en la isla. Cuando en 1950 se pudo filmar por primera vez un dragón de Komodo y testimoniar la existencia de este ser, se empezó a reconsiderar el tema de los muñecos. En peligro de extinción el dragón de carne y hueso ha dejado paso a otros de trapo con los que los nativos aún siguen confeccionando sus fetiches curativos.

La pequeña orquidea

Sebastián de Covarrubias relaciona idolum con simulacrum e imago; y, por supuesto con estatua, la qual se venera por semejança de algún dios falso, o otro demonio o criatura de la que los indios y demás bárbaros reverencian y adoran

La pequeña orquídea o también conocida como Pongmachaech que significa Ídolo de Piedra (Pong= piedra; Machaech= Idolo), significado que guarda relación con la antigua leyenda de Ñaymlap que fue publicada por el cronista español don Miguel Cabello de Balboa en 1586 y después por el cura Modesto Rubiños y Andrade en 1782 que la recogió sin consultar con la obra de Cabello; lo cual sugiere la idea de fuentes anteriores comunes. La narración se refiere a un mítico líder que desembarcó en las playas de Lambayeque con un séquito de seguidores trayendo un ídolo de piedra con cuerpo de niña y cráneo de adulto que estruja dos perritos. Ninguno de los dos autores da explicación sobre el origen de este ídolo. Aunque todo hace suponer que representa a una de sus hijas en un momento delicado de su vida. La pieza fue colocada en un pequeño santuario con forma de pirámide escalonada y adorada como diosa hasta que el lugar fue profanado por cazadores furtivos de tesoros, quizá bajo las directrices de desaprensivos arqueólogos. Desaparecida durante décadas se volvió a tener constancia de su presencia porque apareció dibujada entre los tesoros robados por los anticuarios M. M. y G. Pájaro, en la obra El secreto del Unicornio de Hergé (Editorial Juventud, Barcelona, 1968, pág. 41). Consultado el artista sobre dónde había encontrado su fuente de inspiración fue finalmente ésta localizada en una tienda de todo un poco cerca del Alto de Extremadura (Madrid)